El plomo es el alma de Linares. Su economía, su industria, su sociedad y su cultura marcaron la historia de esta ciudad jiennense. Durante la Edad Antigua, las tierras de la antigua Oretania fueron explotadas para extraer de ellas el preciado mineral. Cástulo fue el germen de aquella industria.
Pero fue durante el siglo XIX cuando Linares se convirtió en una de las cuencas mineras más importantes del mundo.
De aquella época datan las principales explotaciones, la entrada de capital extranjero, la llegada masiva de mano de obra y la configuración de una ciudad plural, cosmopolita y abierta, que sigue teniendo en la memoria del plomo su más inequívoca seña de identidad.
Si quieres adentrarte por el patrimonio minero, existen seis senderos de pequeño recorrido (PR), recogidos en la Guía de la Minería, disponible en la oficina de turismo de El Pósito, donde también podrás solicitar una audioguía para hacer el recorrido de una forma única y fascinante.
Vinculada desde la Edad Antigua a Cástulo, la vieja aldea dependiente de Baeza hasta mediados del XVI fue poco a poco convirtiéndose en un emporio minero. En 1749 el Estado inició la explotación de las minas de Arrayanes. Desde entonces las concesiones se multiplicaron. En el siglo XIX la minería convirtió el pueblo de Linares en una gran ciudad, que en 1849 contaba con unos seis mil habitantes.
A comienzos del siglo XX la ciudad tenía una población superior a los 38.000 habitantes hasta llegar a los más de sesenta mil que poseía a finales de la pasada centuria. Las nuevas oportunidades laborales que ofreció la minería desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX atrajeron a miles de foráneos. En 1861 existían en Linares setenta y tres concesiones productivas. Sólo nueve años después, en 1870, el número se elevaba a doscientas setenta. En 1861 el número de obreros dedicados a la minería era de 2.600. En 1873 superaba los 10.300 trabajadores. Fue a mediados de aquel siglo cuando comenzaron a establecerse en la ciudad las primeras compañías extranjeras. En 1870 Linares acoge la primera de muchas organizaciones obreras que trataron de hacer frente con desigual suerte a los peligros, los abusos y el bajo salario laboral. Entre 1887 y 1924 se contabilizaron un total de setenta huelgas.
La minería de Linares entra en crisis a mediados del siglo XX. Los bajos precios a nivel mundial, el hallazgo de otros yacimientos y el bajo nivel técnico de las explotaciones abocan la industria minera de Linares a su desaparición. Por suerte, la ciudad llevaba décadas preparando una alternativa económica que llegó de la mano de la industria, el comercio y los servicios que aún hoy representan la principal actividad de la ciudad.
Pero es, sin duda, en el siglo XIX cuando realmente esta riqueza es explotada científicamente. Las nuevas oportunidades laborales que ofreció la minería durante las últimas décadas del siglo XIX, atrajo a miles de foráneos. Si bien en 1861 existían en Linares 73 concesiones productivas, solo nueve años después, en 1870, el número se eleva a 270, llegando la cifra de empleados en el sector a superar los 10.300 trabajadores.
En Linares, en esta época, las jornadas laborales de aquéllos que trabajaban en las minas, eran de una media de 9 horas sin descanso, siendo común el “endoble”, es decir, realizar dos turnos seguidos.
La falta de seguridad en las minas era otra de las características del trabajo de estos profesionales. Los pozos no estaban bien señalizados, sobre todo por la falta de iluminación, a lo que se añadían habituales desprendimientos de rocas y hundimientos de estructuras. El exceso de trabajo, la falta de descanso, la rapidez con la que debían desarrollarse los trabajos, para que fuera más rentable, junto con la falta de la indumentaria de seguridad adecuada, se traducía en una gran cantidad de accidentes, muchos de ellos mortales. Estas circunstancias, unidas a las abundantes afecciones pulmonares producidas por las inhalaciones del polvo de minerales y de gases tóxicos, reducían espectacularmente la esperanza de vida de los trabajadores del sector, cuya dramática situación llevaría a los Marqueses de Linares a actuar como mecenas en la construcción de un centro sanitario para la ciudad, el Hospital de los Marqueses de Linares, hoy convertido en Museo que muestra el pasado minero de la ciudad y el vínculo entre salud y religión.
Este entorno tan hostil fue también el escenario de trabajo de mujeres y niños, empujados por la precariedad económica de sus familias. A finales del siglo XIX se registran las cifras más altas de estos sectores trabajando allí. En 1912 se legisla para prohibir el trabajo de mujeres y de niños menores de 16 años en el interior de la minas.
Las condiciones de vida de los mineros estaban muy lejos de poder ser consideradas de bienestar. Las jornadas interminables, la amenaza diaria de accidentes, su corta esperanza de vida con altas posibilidades de contraer enfermedades crueles y la insuficiente compensación económica que por ello obtenían, fueron factores que configuraron una característica forma de entender la vida, “disfrutemos hoy, que mañana podemos no estar vivos”.
La adopción de este lema como constante en sus vidas, llevó a los mineros a elegir un ocio un tanto autodestructivo, donde la bebida, el juego y la prostitución, eran elementos clave con los que ayudar a sobrellevar la dura rutina.
Esta forma de entender la vida dio lugar a una infraestructura del ocio que buscaba satisfacer estas necesidades de los trabajadores. Por ejemplo, en los alrededores de las minas linarenses proliferaron pequeñas tiendas y kioscos en los que se vendía alcohol a los mineros. En la ciudad la oferta de ocio se completaba con casinos, cafés y cafés cantantes, donde surgen las tarantas, palo flamenco que pone en relieve este modo de vida y convertidas hoy en una seña de identidad de esta ciudad. En estos lugares era donde los mineros pasaban casi todo su tiempo libre, intentando escapar de su dura realidad.
Ubicada en el paraje conocido como Dehesa del Bago o Mesa de la Torrecilla, sus primitivos filones se conocían desde mediados del siglo XVI. El nombre de Tortilla aparece por primera vez en 1821 cuando unos mineros locales la trabajan sin éxito hasta que pasa a ser propiedad de Thomas Sopwith que aparece en Linares en 1864. El empresario británico funda la Compañía The Spanish Lead Company Limited. Puesto que el rico filón ya estaba localizado, el primer objetivo consistió en traer tecnología Cornish para ganar en productividad.
El primer centro de operaciones en este sentido sería Lord Derby (1869), que contaría con los Pozos de San Federico y Santa Annie, e inauguraría la saga de concesiones inspiradas en nombres aristocráticos de origen británico.
Todo este trabajo tiene sus frutos más importantes desde 1887 hasta 1892. También la numerosa plantilla de empleados atestigua la bonanza económica que arranca desde 1864. La producción empezará a bajar en 1897 hasta su cierre en el primer tercio del siglo XX.
Este enclave se pretende poner en valor a través de la Mina Visitable “Los Lores”, que será un reclamo turístico único en toda Andalucía.
En cuanto a la Fundición de la Tortilla, la Torre de Perdigones es el elemento más sobresaliente, siendo el edificio más alto y a sus pies se esparce el resto de dependencias industriales donde se fundía el metal para su posterior distribución y venta de elaborados por todo el mundo.
Fundición de La Cruz
La fundición de La Cruz, constituida en 1830 por Gaspar de Remisa, fue propiedad desde la mitad del siglo XIX de empresas de capital francés. Mediado el siglo XX pasó otra vez a manos españolas. La torre de perdigones es la construcción más representativa de este lugar.
Mina de San Andrés
Desde los primeros pasos, una vez pasada La Garza, el senderista descubre el valle de Las Lagunas, un paisaje lleno de vida y color. Salpicado por invernaderos, de él parte una desviación para visitar la mina de San Andrés (1,6 kilómetros ida) en dirección al embalse de La Fernandina, un mar interior situado entre La Carolina y Linares.
Mina del Mimbre
La mina del Mimbre está situada a mitad de camino en el sendero que lleva su nombre. Fue una de las más importantes del distrito y tenía una producción importante en el siglo XIX. Durante las centurias posteriores su producción aumentó, convirtiéndose en referente de producción en la cuenca linarense.
El Pozo de la Gitana
El pozo de la Gitana se halla en un bello paraje, idóneo para el descanso. Fue una de las minas más productivas de la cuenca y sorprende el efecto de arco iris que se produce en la boca del pozo debido a la existencia de agua dentro de él. Este es un efecto común en muchos de los pozos de la cuenca, debido a que muchos están en la actualidad anegados de agua.
Dos Ramales
A la altura de la carretera de la fundición La Cruz, en el carril que conduce al aeródromo, existen dos ramales fuera del sendero, ambos a la izquierda, que conducen al pozo Chaves y el segundo a la mina de los Alamillos Altos. Desde ambos se advierten unas vistas maravillosas de la comarca con Sierra Morena al fondo, como límite geográfico de Andalucía.
Bomba. Registrada por Duncan Shaw en 1853. Ubicada en el paraje de Cañada Incosa, muy próximo al paraje donde se ubica la Tortilla. (PR-265).
Buena Fortuna. Concesión ubicada en el paraje de Cerro Pelado adquirida por la sociedad británica The Buena Ventura.
Buena Vecina. Mina registrada por Juan Carlos English en 1867, situada en el Hoyo de San Bartolomé. Pertenece al filón de Los Alemanes. Este paraje y este filón se pueden ver desde los PR 260-261.
Buenos Amigos. Concesión ubicada en el filón de Los Quinientos, en las inmediaciones del PR-264. Primero explotada por Los Salidos; después por The Fortuna. En 1950 La Cruz se hará con la propiedad.
Casualidad. Perteneciente al filón de El Cobre. Registrada por Duncan Shaw en 1853. Ubicada en el paraje de Cañada Incosa, muy próximo al paraje donde se ubica la Tortilla. (PR-265). Denunciada y comprada por The Fortuna. Cerca de ella se encontraba la Fundición de la Fortuna.
Don Quijote. Concesión enclavada en Coto Minerva, perteneciente a la Compañía de La Cruz (Neufville). También fue demarcada por Juan Power, Director General de La Tortilla en 1904.
El Descuido. Localizada en la Cuesta de Las Monjas, registrada por un particular linarense en 1865.
El Desengaño. Explotada por la sociedad La Federación en 1870. Ubicada en el Rincón de La Parrilla.
El Chorrito de París. Concesión ubicada en las inmediaciones de El Provenir Oscuro. En las inmediaciones del PR-261.
El Embrollo. Ubicada en el paraje de Cerro Pelado. Perteneciente al Grupo de “El Nene”. Registrada en 1869.
El Fastidio. Explotada por el Grupo Acebuches, creado por Sopwith.
El Fin. Explotada en 1869 por el Grupo Acebuches, creado por Sopwith.
El Macho y la Cabra. Concesiones que, si en un momento se explotaron por separado, acabarán por trabajarse conjuntamente. Pertenecían al Grupo de la Gitana (PR-264).
El Muerto. Registrada en 1854 por Enrique Adolfo Haselden y Santiago Remfry en el paraje de El Collado del Lobo.
El Nene. Ubicada en el paraje de Cerro Pelado. Perteneciente al Grupo de “El Nene”. Registrada en 1866. Visible desde el Pozo de las Ánimas. PR-264.
El Papá. Ubicada en el paraje de Cerro Pelado.
Fatalista 1º y 2ª. Ubicada en el paraje Mesas de Pólvora y de los Pinos. Perteneciente al filón Trinidad. En la Guía de Linares de 1880 se atribuye a Aníbal la explotación primigenia.
La Encantadora. Registrada en 1930. En 1901 se le conocía con el nombre de Encantada. Ubicada en el paraje de Cerro Pelado. Visible desde el Pozo de las Ánimas. PR-264.
La Graciosa. Concesión ubicada en el filón de Los Quinientos, en las inmediaciones del PR-264. Primero explotada por Los Salidos; después por The Fortuna. En 1950 La Cruz se hará con la propiedad.
La Gorda. Ubicada en el paraje de Cerro Pelado. Perteneciente al Grupo de “El Nene”. Registrada en 1870.
La Mejor de Todas. Ubicada en el paraje de Cerro Pelado. Demarcada por el grupo que se encargado de explotar La Abundancia (Guarromán).
La Orejita. Registrada en 1854 por Enrique Adolfo Haselden y Santiago Remfry en el paraje de El Collado del Lobo.
La Recompensa. Perteneciente a la Sociedad Buena Amistad de Guarromán, fue adquirida por la Compañía de La Cruz a principios del siglo XX. Ubicada en el paraje Mírameniña (Baños de la Encina).
No Cuela. Concesión ubicada en el filón de Los Quinientos, en las inmediaciones del PR-264. En 1950 La Cruz se hará con la propiedad.
¡Ojo Vecino! Filón localizado en el término municipal de La Carolina.
Por si acaso. Concesión ubicada en el paraje de Valdeinfierno. Concretamente en Jarales Bajos, entre Vilches y Carboneros.
Provenir Oscuro. Ubicada en la zona baja de Paño Pico, coincidiendo ya con el término municipal de Guarromán.
Somos Felices. Concesión ubicada en el filón de Los Quinientos, en las inmediaciones del PR-264. En 1950 La Cruz se hará con la propiedad.
Linares cuenta con seis senderos de pequeño recorrido (PR), con un total de 57,4 kilómetros. Su trazado permite conocer el patrimonio minero y algunos de los más bellos paisajes del término municipal. La mayoría parten de la ciudad y por lo general tienen un trazado circular. Además de senderismo, estos caminos permiten compaginar otras disciplinas como la carrera de fondo, la bicicleta de montaña o el caballo. Los senderos se agrupan en dos zonas bien definidas. La primera recorre el entorno de Arrayanes y La Cruz, mientras que la segunda zona muestra el entorno de La Tortilla y San Roque