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Cástulo
La antigua ciudad íbero-romana de Cástulo, situada a 5 kilómetros de Linares, en el margen derecho del río de Guadalimar, fue en la antigüedad una de las ciudades más importantes de la Península Ibérica, gracias a su posición estratégica y a sus minas de plomo y plata.
Las pruebas más tempranas del enclave se remontan a la Prehistoria.Desde el Primer Milenio a. C, Cástulo explotó sus recursos metalúrgicos y su riqueza minera fue un reclamo para los pueblos tartessos, griegos, fenicios, cartagineses, romanos visigodos y árabes. De todos ellos se han encontrado vestigios arqueológicos en la zona.
Su estratégica situación y su riqueza, tanto minera como agrícola, hicieron de Cástulo el núcleo más importante de la Oretania, siendo objeto de disputas entre romanos y cartagineses. Es por ello que, para asegurarse el control de los principales emplazamientos mineros, el general cartaginés Aníbal tomase por esposa a la princesa íbera Himilce (nacida en Cástulo), pero sin éxito, ya que los cartagineses fueron vencidos.
Los romanos engrandecerán esta ciudad mediante todo tipo de privilegios, (como el de continuar acuñando moneda propia), convirtiendo a Cástulo en una urbe con infraestructuras de primera índole como termas, aljibes y hasta un foro y un anfiteatro.
La riqueza de Cástulo era tal, que cronistas de la talla de Estrabón, Polibio, Plinio el Viejo o Tito Livio hablan de ella en sus escritos.
Sin embargo su esplendor comenzó a apagarse. La explotación minera que tanta importancia daba a Cástulo se resiente con la decadencia romana, a partir del siglo III d.C. Además en la época visigoda la sede Episcopal se traslada de Cástulo a Baeza (Beatia) y es escenario de luchas en época musulmana, con el desgaste que esto supone.
En 1350, Fernando IV, adscribe esta antigua ciudad al término municipal de Linares, a quien ha correspondido desde entonces.
Actualmente, la ciudad íbero-romana de Cástulo ostenta la categoría de Conjunto Arqueológico. Del mismo modo, cuenta con un museo monográfico dedicado a conservar y difundir su pasado histórico, el Museo Arqueológico de Linares, ubicado en el Palacio Dávalos Biedma.
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Orígenes 1595. De Aldea a Villa
El origen de la ciudad de Linares resulta poco claro, pues es escaso el material documental y los estudios arqueológicos que ofrezcan datos determinantes al respecto. La cercanía del enclave con importantes vías de comunicaciones, junto con sus ricos recursos mineros, acuíferos y agropecuarios, propiciaron la creación de un asentamiento en la zona ya en época Tardorromana, que con el tiempo se convertiría en una aldea (siglo VIII).
Uno de los emblemas urbanísticos de los inicios de la ciudad será el castillo, construido en torno al siglo XI.
El primer testimonio escrito acerca de la existencia de Linares se remonta a 1155, año en el que Alfonso VII conquista la zona y la cede a Suero Díaz. Pocos años más tarde, en 1227, Fernando III se hace con el dominio definitivo del enclave, tras la rendición del monarca almohade Aben-Mahomad. Tras el cambio político, Linares pasó a formar parte del Concejo de Realengo de la ciudad de Baeza, sin embargo, fue dotada de una serie de privilegios reales.
Esta adscripción territorial siempre provocó recelos en los linarenses y a partir del siglo XV comenzaron un enfrentamiento activo para lograr la independencia.
En 1495 los Reyes Católicos promulgan una Real Provisión que permite a Linares elegir los dos alcaldes de la Hermandad.
En 1520, reinando Carlos V, Linares realiza la primera petición de separación, seguida de otra en 1537. Sin embargo tendrán que esperar al reinado de Felipe II, que el 17 de agosto de 1565, a través de una Cédula Real, concede a los linarenses la separación de Baeza, convirtiéndose en una villa independiente con entidad jurídica propia.
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1595-1875. De Villa a Ciudad
Con la autonomía otorgada al ser nombrada Villa y con las Ordenanzas Municipales firmadas en 1578 por Felipe II, se inició una nueva etapa para el futuro de Linares, consiguiendo un gran auge a partir del siglo XVIII, cuando, una importante reforma de la Hacienda otorgó a la Corona el control directo de la explotación de las minas. Gracias a ello y a la aplicación de nuevos sistemas que incrementaron la productividad, el sector experimentó un gran desarrollo, convirtiéndose Linares en un lugar estratégico para el país, como denota la construcción de la Casa de Munición (1756).
Unas décadas antes, en 1691, la apertura en la villa de la Casa de la Moneda para acuñar monedas de cobre en piezas de ochavo, ya auguraba el potencial de la zona.
Estas medidas, unidas a las reformas agrícolas y al proteccionismo económico, posibilitaron que Linares entrase en la segunda mitad del siglo en un proceso de expansión económica y demográfica, que le llevó a duplicar su población en sólo cuatro décadas.
Sin embargo, no todas las políticas fueron tan positivas para el municipio. En tiempos de Carlos III, con el Fuero de las Nuevas Poblaciones (1767) por el que se crearon La Carolina, Aldeaquemada, Carboneros y Guarromán, entre otros, el término de Linares pasó de ser el mayor de la provincia a ser el más pequeño, lo cual tuvo repercusiones muy negativas en la economía de la villa, basada todavía en el sector agropecuario.
Conforme avanza el siglo XIX la explotación minera era deficiente pero la riqueza plomífera del enclave motivó la creciente llegada de capital extranjero a partir de 1847.
Nuevas leyes de minas (1849 y 1859) surgen para paliar esta precariedad, terminando con el sistema de contrata y posibilitando que el Estado asuma la explotación directa de Arrayanes y adopte la tecnología necesaria para optimizar la producción y posibilitar el crecimiento del sector.
Los cambios económicos, sociales y urbanísticos generados por el desarrollo minero, motivaron una profunda transformación en la villa, a la cual le fue otorgado el título de Ciudad por Alfonso XII en 1875.
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El Boom Minero
La economía de Linares alcanzó un destacado desarrollo durante la segunda mitad del siglo XIX, impulsada por un florecimiento de su industria minera y metalúrgica que llegó a convertir el municipio en una de las cuencas más importantes del mundo.
A los cambios jurídicos motivados por la burguesía liberal, la innovación tecnológica de la máquina de vapor que revolucionó la productividad de las explotaciones mineras, y la banca, se le unió el desarrollo de los transportes. La llegada del ferrocarril (1865) y del tranvía (1904), permitió unir la ciudad con las principales urbes y con los centros de trabajo mineros. De hecho, Linares llegó a tener 5 estaciones de ferrocarril junto con varios apeaderos en la vía de las minas (“el trenillo de las minas”).
Los importantes movimientos de capital impulsaron la apertura de la Cámara de Comercio (1886) y de la primera sucursal en España del Banco Español de Crédito (1908), así como la instalación de adelantos como el alumbrado público, el teléfono, el alcantarillado y el abastecimiento de agua.
El origen extranjero de las empresas que gestionaban las industrias implicó la llegada de familias de distintas nacionalidades y la instalación de los viceconsulados inglés, belga, francés y alemán en la ciudad. Linares era pues un lugar cosmopolita donde lo autóctono convivía con lo foráneo.
Durante este período, Linares era una ciudad abierta, donde florecían las publicaciones periódicas que recogían del bullir cultural del momento, y donde proliferó la apertura de círculos recreativos, ateneos, casinos, cafés cantantes…
El impacto de la industrialización acarreó un alto crecimiento demográfico, que triplicó la población entre 1860 y 1877. Este incremento, motivado por la inmigración ante la apertura de nuevas explotaciones mineras, desbordó las infraestructuras de la ciudad, donde la escasez de vivienda, la pésima sanidad pública y la ausencia de saneamientos, causaron grandes problemas sociales, que trataron de ser paliados con nuevos planes urbanísticos.
La conciencia social de la época en Linares, unida al liberalismo político del período, fueron un marco ideal para el surgimiento de las primeras asociaciones obreras. Así, en 1870 apareció la I Asociación Internacional de Trabajadores. Sin embargo, este prometedor comienzo fue languideciendo.
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La reconversión del Siglo XX
Durante el primer tercio del siglo XX se inició el proceso de decadencia de las minas de Linares, ante el empobrecimiento de sus filones. Esta circunstancia, unida a las fluctuaciones en el precio del plomo y a la escasa inversión empresarial en adelantos técnicos, centrada en optimizar beneficios a corto plazo, motivó el cierre de numerosos yacimientos.
Fueron años difíciles para el sector, exceptuando momentos de puntual efervescencia, como el período de la Primera Guerra Mundial. Así, la crisis se fue haciendo cada vez más pronunciada, afectando a todos los elementos de la sociedad. Fue entonces cuando se tomó conciencia de la necesidad de llevar a cabo un cambio en el tejido productivo.
Ya en plena decadencia minera, en 1950, se inicia la construcción de un socavón de desagüe para hacer más rentable la explotación y servir como prospección de nuevos filones. A su término ya pocos pozos pudieron aprovecharlo dada su agónica situación. A pesar de revelar la existencia de abundantes y riquísimos filones, estos no fueron explotados, de modo que con el cierre en 1991 de “Cía Minas La Cruz” se puso punto final al sector.
En 1955, a través del “Plan Jaén” se impulsa un nuevo modelo industrial en la ciudad, dando lugar a la industria automovilística “Metalurgia Santa Ana” (Santana).
Santana ha evolucionado y se ha convertido en Parque Empresarial Santana, reorientando su actividad tras suscribir alianzas con otras empresas y dotando al conjunto de un centro de I +D. Otros dos importantes polígonos, Los Jarales y Los Rubiales, completan el rico entramado industrial de la zona, cuya capacidad de adaptación ha puesto en relieve la madurez de la economía de la zona.
Linares es hoy en día un punto neurálgico para el comercio de la provincia de Jaén. Su denso tejido de pequeños y medianos negocios agrupados en el Centro Comercial Abierto, unido a las grandes superficies establecidas en la ciudad, han permitido el ágil desarrollo del sector, cuyo éxito ha sido reconocido con el Premio Nacional al Comercio en el año 2004.